Lo que he aprendido de Manuel, por encima de muchas cosas, es que hay música buena y música… de la otra; hay canciones que dejan huella y canciones que no.
Puede parecer difícil entender que nuestros caminos llegaran a juntarse. Se dice que los polos opuestos se atraen pero la verdad es que nos unía mucho más de lo que se podía pensar a priori; no solamente una misma sensibilidad, sino también una cierta predilección por la «bohème«, por esa nostalgia de la música francesa de los años 60 y 70, con la que crecí y que tanto impregnó las canciones de Manuel Alejandro. Esa manera de sentir la música, independientemente del estilo de cada uno, acabo en una colaboración fructífera y muy placentera.
Grandeza pero a la vez humildad es lo que mejor le define. El respeto e incluso la admiración que nos profesaba, resultaba a veces sonrojante ya que no éramos mas que unos apasionados de la música, casi desconocidos, que solo intentaban abrirse camino. Aún recuerdo el gozo con que Manuel escuchaba nuestra versión de sus propios arreglos, a veces triturados sin contemplaciones. Le encantaba cuando, como decía, ya no sonaban a Manuel Alejandro.
Perdurarán en mi recuerdo nuestras conversaciones de las 2 de la madrugada.
Estos años de estrecha colaboración alumbraron el album COMPLICES de Luis Miguel ademas de algunas canciones de discos anteriores, también el proyecto de María Cabalga, en el cual Manuel entregó todo su corazón a pesar de que ya eran malos tiempos para tanto sentimiento.